Siempre llevando un estado de melancolía placentero en el ADN de su código genético musical, por una vez, dejan un poco de lado su dream-pop otoñal, de carácter clásico, para darse un respiro y soltar adrenalina, a su manera, con cuatro composiciones de pop robusto y guitarras rugosas, las cuales se amoldan a la voz balsámica de Alasdair Mclean como un puzzle de dos piezas. Todo esto sin perder un ápice de su personalidad, ese clima sesentero o los vientos al final de “Retiro park”, pequeños detalles que dan lugar a un disco muy compacto, articulado por un nervio inusual a lo largo de cuatro composiciones, que como todos sus discos, ganan y ganan con cada escucha, hasta que se convierten en amigos imprescindibles para días lluviosos, en los que no te apetece más que lamerte las heridas mientras te acaricia los oídos esta música de ensueño.
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