Family:
El mito

Ríos de tinta han
corrido sobre este disco. Siempre adjetivada de la mejor manera
posible, el álbum de Family lo que realmente necesitaría es un
diccionario paralelo repleto de vocablos inventados con
significaciones más generosas de lo habitual. Todo por acercarse a
su imposible descripción en palabras mediante las que en los
próximos párrafos intentaré desentrañar el misterio, que siempre
irradia el arte en estado puro, provocado por artilugios tan
excepcionales como éste.
Como dos androides con
corazón infiltrados entre la especie humana haciendo informes sobre
el comportamiento, miedos, recuerdos, amores y sueños de ésta,
Javier e Iñaki encuentran la clave secreta de la “perfección”
en catorce giros maestros, que destilan las pequeñas y grandes
decisiones de la vida, y ante los que es imposible no sentirse
identificado en alguno de ellos.
Tantas canciones como
clásicos, escoger las más destacadas entre este semillero de pop,
filtrado por los caminos más embriagadores de la epidermis, se hace
solo decisión personal de quien lo escuche: la ruptura de “Yo te
perdí una tarde de Abril”; el doloroso viaje de “El Mapa” ´-
esta parece sacada de “Un Hombre Solo” (1984), el clásico de
Décima Víctima -; el escapismo de “Viaje a los sueños polares”;
el amor platónico de “Al otro lado”. No hay ser en este planeta
que no haya pasado por alguna de las situaciones descritas por el
tono neutro de la hiper fibrosa voz de Javier. Y aquí está
precisamente la grandeza de esta obra atemporal a la altura de lo
mejor de mitos como Vainica Doble y Surfin Bichos: El provocar al
oyente a encontrarse más cerca de sí mismo, mejor.
Estamos delante de un
disco que no solo consigue emocionar durante su embriagador trayecto,
sino que también actúa como medicina del corazón y voz interior
que ayuda a alimentar una melancolía sana, esperanzadora. Melancolía
que se instala en los recovecos más evocadores del subconsciente,
rescatando momentos del diario personalizado de cada uno de los que
los escuchan.
Disueltos al poco
tiempo de tamaño esfuerzo, nadie sabe exactamente las razones de una
desaparición tan misteriosa como el secreto de su música. Después
de haber construido el faro guía del pop español, la leyenda no
había hecho más que echar a rodar.
Con
un legado reducido a un único lp de título sacado en honor a la
reveladora película de Louis Malle, “Un Soplo en el Corazón”
tuvo una trascendencia que no ha dejado de crecer desde el feliz día
que salió a la calle. Mejor disco de los ’90 y uno de los veinte
mejores del siglo según la Rockdelux, este clásico fue profeta en
su tierra, siendo uno de los rastros más distinguibles de la plana
mayor del “Donosti Sound” - La Buena Vida, Le Mans -. Además de
su evidente influencia en este género musical, su huella vital
provocaría obras tan sorprendentes como “El Artista Adolescente”
(2001) de Dar Ful Ful, algo así como su hermano pequeño. Inspirador
de otros discos tan importantes como el “Popemas” (2000) de
Nosotrash, “Impermeabilizado” (2001) de Carlos Berlanga o parte
del discurso musical de Klaus & Kinski y La Bien Querida, el mito
de Family no ha dejado de crecer y crecer desde que pusieron punto y
final a una de las carreras más cortas e intensas del pop español y
con la que incluso acabarían por superar en logros artísticos a
Décima Víctima, su máxima inspiración.
Para certificar todo
esto, no se me ocurre mejor manera que recordar el disco homenaje
hecho por 14 artistas distintos interpretando cada uno de sus
canciones. Bandas tan significativas como Los Planetas, Chucho,
Parade y Astrud participarían en el mismo volviendo a aumentar el
mono por una posible reunión que se ha hecho tan esperada como la de
My Bloody Valentine a nivel internacional.
Disueltos al poco
tiempo de la publicación de su único lp, nadie sabe exactamente las
razones de una desaparición tan misteriosa como el secreto de su
música.
Mientras esperamos lo
imposible, Javier sigue con su trabajo como diseñador de portadas
más respetado de nuestro país y a Iñaki Gametxogoikoetxea ya no se
le encuentra ni con un GPS de última generación. Una pena, de las
grandes, y más teniendo en cuento el enorme vacío imposible de
llenar que dejaron. Pero bueno, el único consuelo que nos queda es
saber que cualquier intento por igualar esta obra inmortal siempre
sería fallido. Mientras pensamos esto, que mejor que seguir
arropándonos con canciones como “Nadadora” y “Martín se ha
ido para siempre” para pasar este permanente mal trago.
publicado en www.indie-spain.com/
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