Luke Haines es un puto genio. Lo sabe. No consiguió montarse al carro de Suede con el encomiable “New Wave” (1993) y con este segundo paso maestro lo volvería a intentar sin éxito, en lo comercial. Porque en lo que respecta a la calidad del producto en cuestión, va más que sobrado. El arranque con el pop trepidante de “Lenny Valentino”, como un Bowie arrastrado por los latigazos de las seis cuerdas de Mick Ronson en pleno 72, nos advierte de que esto no es una simple continuación. Esto queda más que corroborado con el bombón envenenado de “Brainchild” y la tensión eléctrica de “I’m a Richman’s toy”. No contento con semejante trío inicial, se saca su primer as de la manga con “New French girlfriend”, alumbrada por la eternidad solo concedida para las canciones que tocan el cielo y ya no bajan nunca de él. Después de demostrar solo en cuatro canciones más que el 99% de las discográfias enteras de los grupos Brit-poperos de marras, cualquier otro hubiera dejado de apretar el acelerador para bajar el listón. Sin embargo, aún quedan más ases con los singles de “Underground movies” y Chinese bakery”, que no hacen más que sumar razones de peso a una reivindicación, en toda regla, hacia un lumbreras que agazapado justo debajo del umbral de la fama de Suede y Pulp, ha llegado más lejos que los dos juntos. Tanto en sus dos siguientes obras maestras con The Auteurs, en Black Box recorder, con sus trabajos en solitario o dando vida al proyecto efímero de Baader Meinhoff ha seguido siempre su propio camino, marcado por la libertad del que lo hace todo sin las pretensiones marcadas por una industria que le dejó de lado muy pronto y no le merece. Grandísimo entre los grandes.

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