Caídos en el más absoluto de los olvidos desde su disolución, es de recibo recordar a estos brujos del pop, que nos hicieron pasar por momentos únicos e intransferibles dentro del circo del indie británico de los noventa. En el que era muy difícil crear una personalidad propia fuera de los corsés impuestos por los clásicos de Jesús & Mary Chain, My Bloody Valentine y compañía, y que tantas medianías a corto plazo provocaron. Dentro de todo esto, en pleno auge del Brit-pop y el estado de gracia de Pulp y Suede, empezaron a despuntar estos galeses, con pintas de figurantes del pueblo de elfos del Señor de los anillos, para dar un puñetazo sobre la mesa, llevando el pop más clásico, ese que guió el camino a seguir en la segunda mitad de los sesenta a las laderas del folk cocinado al calor de los discos de Nick Drake o Fairport Convention. Lo bueno del asunto era la sencillez con la que lo hacían, llenando de matices psicodélicos los recovecos de su sonido intransferible, despojando de distorsión las guitarras y refinando los cambios abruptos de ritmo de sus comienzos, hasta llegar al providencial “Gorky 5” y que, para un servidor, es su obra magna junto al posterior “Spanish dance trouppe” (1999). Dirigidos por el mozart del pop contemporáneo, Euros Childs aprovecharía un momento donde las musas se ponen todas de acuerdo para apoderarse de ti, e insuflan de magia pura unas composiciones que desde una placidez absorbente (solo rota por los espasmos eléctricos de “The Tidal wave” , el circo-pop del genial single “Sweet Johnnie” y la balalaika del tema titular) van dejando un rastro de pepitas de oro al arrullo de las cuerdas del pop de altos vuelos “Let’s get together”,( posiblemente la mejor canción que hayan hecho nunca), la emoción escalonada de “Hush the warmth” o la candidez sureña de “only the sea make sense” . No faltan piezas cantadas en gaélico, como las sensacionales “Dyle fi” y “Catrin” o miniaturas de pop embrujado “Frozen smile”. Hay que remarcar que este es el último disco en el que aparece John Lawrence, el cual se despide del grupo, a lo grande, con tres composiciones memorables, “Not yet”, “Softly” y “Tsunami” las cuales, acaban de darle la fragancia de clásico atemporal a esta obra hecha bajo el hechizo de unos druidas muy juguetones.
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