Pieza central de la trilogía más arrebatadora del mundo indie. Siempre ha quedado en el olvido propiciado por ser el disco bisagra entre el “George Best” (1987), uno de los mejores debuts de la historia, y el mítico “Seamonsters” (1991), en uno de los mejores trabajos a la producción del intocable Steve Albini. Sin tener un sonido tan característico como la inmediatez del primero o la tensión asesina del otro, no faltan razones ni canciones para colocarlo a la misma altura de sus dos hermanos favoritos. Porque la cabalgada sin riendas de “Take me” te puede provocar un colapso de euforia, provocada por nueve minutos taquicárdicos que nunca esperas que se acaben. Nunca. Luego tienes otro chute de adrenalina entre las guitarras desatadas y la melodías directas al cielo de “Granadaland”. La hostia que te dan con las subidas eléctricas de “Bewitched” tampoco tiene desperdicio. Luego colocan en el corazón del disco “What have i said now”, uno de los mejores temas compuestos por David Gedge y en el que te lleva de la mano por senderos de pop aparentemente más tranquilos pero con el peligro siempre en el horizonte acechando. También están esos dos singles definitivos “Brrasneck” y “Kennedy” por los que cualquier grupo nuevo de portada NME surgido en los últimos veinte años vendería su alma. “Be honest” ,único momento de respiro, es el descanso del guerrero después de una batalla a muerte por el cáliz sagrado del indie británico. Por si esto fuera poco, el trío de ases “Crushed”, “No” y “Thanks”, que completa este puzzle de piezas con vida propia, dan más velocidad a este crucero, con el capitán Gedge al timón, hacia aguas donde la bandera roja advierte de un oleaje en el que ahogarse es el mayor de los placeres. El ruido y la furia.
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