Antes de que James Murphy se llevara a todos de calle, con el revival de post-punk, musica dance y tecno más inteligente de la década pasada, The Fall sacaba a la luz este engendro de múltiples cabezas que sudaba modernidad por los cuatro costados. Llevando a la bestia al centro de la pista de baile, entre ráfagas de electrónica mutante y espasmos de rock pastillero, dejan en evidencia al 99% de supuestos nuevos modernuquis de pacotilla. Pasó desapercibido, claro, como poner en las portadas a un tipo con un cuarto de siglo a sus espaldas dándole caña a todo Dios, más de veinte lps y tan huraño. No vende. Esa debe ser la única razón, porque hay que estar más sordo que una tapia como para no sobreexcitarse al penetrarte las feromónas que suelta la electrónica distorsionada de “Devolute”; que no te duela el cuello ante la descarga electro-punkorra de “Two Librans” y “Way Round”; no sentir en la espina dorsal el calambrazo tecno-punk psicodélico de “Sons of Temperance”; no desgastar el suelo al ritmo de tecno-funk de “Das Katerer” o el punk-rock anfetamínico “Hands up Billy”; no acodarse de unos de sus más aventajados alumnos, los Pixies, en “Ketamine Sun” y en “Hot Runes” y que no te hierva la sangre ante la tensión cibernética de “Serum”. Demasiadas razones como para seguir obviando uno de los mejores discos de comienzo de siglo. Porque aún hay más. Pero eso os lo dejo a vosotros, ya que desentrañar tantos placeres ocultos sería una falta de delicadeza por mi parte. Inagotable.
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