Epitafio discográfico de los de Laurence Hayward, que suena precisamente a eso, como a una retirada plácida, en un disco que se deja escuchar con una naturalidad pasmosa, de principio a fin. Con un catálogo de diez pequeñas joyas, sin desperdicio, nos encontramos con un sonido, que al contrario del espíritu Dylaniano que impregnaba su gran obra maestra del ’86 “Forever breathes the lonely world”, esta vez tira más hacia los designios neoyorquinos marcados por Tom Verlaine y Lou Reed (“Mobile Shack” y “Get out of my mirror” son buenas muestras de ello). Aparte de esto, se cuelan fantasmas del pasado en los medios tiempos, de pianos y teclados acolchados de reminiscencias del inmortal “Blood on the tracks” (1975) del genio de Duluth, “Never let you go” y “Down in a august past”, ya que parecen sacadas de las sesiones de clásico del ’86, anteriormente citado. La verdad, es que estamos ante el que posiblemente sea su disco más completo. Fogonazos de vida como “Cartoon sky”, la escalada vertiginosa “New day dawning”, la cual termina en extasis total, el ambiente nebuloso de “She Deals in crosses” y la apertura del disco con esa majestuosa slide-guitar en “I Can’t make love to you anymore”, son piezas de diferentes tonos dentro de un entramado de pop templado con fuego yanki, en el que todo encaja a la perfección, y del que no podemos olvidarnos de los baladones a corazón abierto de “Free” y “Budgie Jacket” para cerrar el círculo, en una de las despedidas más elegantes que un servidor recuerda.
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