Y pensar que el teclista era el de los aberrantes The Christians.... Pues sí, y antes de alcanzar el éxito masivo había formado uno de los dúos, con John Campbell, más desconocidos e interesantes de los ’80, con el que grabarían un debut deslumbrante y extraño. Extraño porque esto es un disco de pop que escapa de la fugacidad del mismo y acaba siendo una obra panorámica, que crece sin parar en cada escucha, y en el que las texturas sonoras conforman un tapiz de insultante elegancia, sin estridencias, donde todos los temas están armados por ladrillos de distintos colores y tonos: El pop teatral con aires aflamencados -“Happy Talk” y “The Sweet Life”- muy en la onda de Marc & The Mambas; synth-pop de melodías aereas – “Space”-; funk-pop de diseño - “Ed’s Funky Diner”-; otras como “Rope” recuerdan sobremanera a lo que harían James en “Gold Mother (1990) cuatro años más tarde; La calma de poso amargo de “The Better Idea” y “Hang on Sleepy Town” acentuado por el violín de la primera y la guitarra española de la segunda; “Festival Time” es una pieza de psicodelia desquiciada de nervio, vientos, coros alucinados y de ritmo sudoroso pero que nunca llega a sonar fuera de sí, lejos de la coordenadas imperantes del saber estar; “Driving Hawai From Home” suena como si The The se hubiese pasado a una suerte de pop-folk sofisticado menos colérico y “Lullaby” es una pieza de synth-pop atmosférico aparentemente distante pero de gran poder evocador, que no desentonaría en los primeros discos de Talk Talk. Lo dicho, gran disco de pop que juega en las ligas de la vanguardia más sofisticada, pero sobrada de corazón, y que primos lejanos como The Associates, Japan o Eyeless In Gaza llevaron a un nivel superior. Bendito rara avis.

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