miércoles, 30 de noviembre de 2011

CLÁSICOS EN LA SOMBRA: Los Enemigos "Tras El Último No Va Nadie" (1994)

¡¡Vuelven Los Enemigos!!. Notición de los buenos, porque se les echaba de menos, y tanto que sí. Aún con la mas que interesante carrera emprendida por Josele, hacia terrenos trufados de grandes descubrimientos estilísticos pero sin su característico nervio rockero, el vacío dejado era muy grande. No hay relevos a la altura, ni de lejos. Para celebrarlo bajo ayer al sótano de los muebles rotos y me pongo a remover, hasta que encuentro una portada de color del desierto al amanecer, con esa perra y sus cachorros, le quito la capa de polvo y redescubro el rock tan enemigo de ¿Porqué yo?, el noise de “No Importa”, - quizás la canción más oscura que haya salida de la pluma de Josele Santiago en los que versos como “No hay perdón, no hay aire, no te excuses por vivir, no importa” o “Era nuestra tierra,ahora es desolación.Todo es no, es negación, es desesperación” hablan por si solos-, oscuridad que continua en la hipnosis del rock templado, con brotes epidérmicos, de “Sin Hueso” y llegará al limite en  la historia de rendición  de “El Ring”, donde  letras como “Si encajabas antes,agárrate que aquí te las dan sin guantes y hasta en el DNI, Y no has visto el río hasta que te lo has tragao”, contrastan a la perfección con el rock desenfadado y jovial con el que esta ejecutada. Después de tanta negrura, aparecen como un puñetazo por la espalda “La Venganza De H.P. Expósito” y “Clonaciones  S.A.”, con una agresividad inusitada y clamando venganza en la primera o sacando la sorna habitual de la chistera en la segunda, sube la temperatura y el nervio de las guitarras hasta un punto tan alto, que lo mejor será tomarse respiro. Porque lo que viene luego es “Las cartas que no....”, y que junto al broche final de “Sueña (Por mi)”, forman un dúo insuperable que reafirma a Josele como el letrista que mejor escribe sobre un tema tan manido y delicado como el amor, ya que siempre lo hace con una sinceridad arrebatada de poesía con los que es imposible no sentirse identificado y que da lugar a versos de oro como “Mientras esperas lee esta carta que no es de amor, es de amar” o “Soñé que aún sueñas conmigo aquí, sueña que el sueño no tiene fin, sueña por mí”. Entre medias de estos dos monumentos a la sencillez epidérmica nos encontramos con el rock mutante y enfermizo de “Nada”, con esos arranques explosivos y paradas que nunca llegan hasta al fin, y la euforia desatada de “Las Tornas”, que recuerda a unos Hüsker Dü ibéricos de última etapa, la del “Candy Apple Grey” – esos coros son bastante significativos-. Menos interesante resulta el medio tiempo con aires de blues de “La espera”, pequeñísimo lunar que no emborrona, para nada, un conjunto trufado de rock visceral, poesía y una  crudeza rabiosa que lo hace un disco tanto o más interesante que sus dos obras anteriores, los maravillosos y megareconocidos “La vida Mata” (1990) y “La Cuenta Atrás” (1991). Lo que es acojonante y triste de narices, es que este siga siendo el único disco sin reeditarse de esta banda imprescindible, cuando hace falta agarrarse a algo auténtico, de verdad, que te haga sentir vivo, sin necesidad de coartadas artísticas estúpidas que no hacen más que ensombrecer la luz vertida por poetas del rock como los que nos ocupan.

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