Hace más de treinta años que empezó una de las aventuras musicales más excitantes y vanguardistas del mundo del pop, años que nos han permitido contemplar la evolución de una carrera arriesgada y ejemplar, siempre en la sombra y partiendo del post-punk, esos teclados de profundidad aterradora, los detalles orientales y, sobre todo, la voz sobrenaturalmente humana de Martyn Bates. Con el paso del tiempo han sabido ir ampliando su universo musical, siempre con la libertad total de experimentación como principal discurso, hacia nuevos terrenos sonoros, como el folk de vanguardia, el tecno-pop de salón o texturas sonoras más ambientales. Pero lo que hoy nos ocupa es esta pequeña joya, con uno de los títulos más poéticos de la historia, que cumple tres décadas y sigue sonando igual de embriagadora y magnética que en el momento de su publicación. Imposible no sentir punzadas de placer ante el estribillo de “Keynote inertia”, la fuerza sobrecogedora de los cinco minutos iniciales, de la titular del disco, con la voz de Martyn llegando a límites de emoción solo alcanzables por unos pocos elegidos, límites que incluso superará en la sublime “Still air” acompañado de esos teclados volátiles que van pintando un cuadro de gran profundidad y en el que la voz es el lienzo principal. En un plano más inferior tenemos “Out from the day-to-day” con ese bajo superágil de espíritu funky y la tensión minimalista de “True Colour”. En definitiva, este ep es solo una de las múltiples razones por las que habría que empezar a poner en su sitio, entre los más grandes, a una pareja que siempre nos ha llevado por vías secundarias hacia los puertos de categoría especial de la emoción humana.
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