Un Marc Almond desgarrador, con la única compañía de un piano amenazante que va subiendo y subiendo para llegar al climax final, mientras el ex-Soft Cell va repitiendo, hasta que se le queda seca la garganta, "I will never love again", llevando su significado al terreno de las mejores tragedias griegas. Si su aspiración es ser el nuevo Jacques Brel, desde luego no estuvo tan cerca como en esta joya oculta. Grandioso
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