Antesala del grandioso “Gentlemen” (1993), y ensombrecido por este, nos encontramos ante el primer disco imprescindible de los de Chicago. En plena “era grunge”, surge este arrebato de autenticidad, sin necesidad de poses ni riffs de Black Sabbath, en forma tempestad eléctrica, guiada por el nervio de un Greg Dulli que llena de poderío, crudeza y alma unas fieras sedientas de sangre. Fieras como ese trío ganador de “I’m Her Slave”, “Turn On Water” y “Conjure me”- esta última podría pasar por un tema de los mejores Dinosaur Jr, los de finales de los ’80 -, que escuchadas una detrás de otra pueden dejarte KO a las primeras de cambio. Por si a caso no te rematan, luego viene “Kiss The Floor”, que con unas subidas de tensión vertiginosas, y como reza la canción, te hacen besar el suelo, literalmente. La siguiente cúspide viene de la mano del tema central, “Congregation”, y corazón del disco, donde el espíritu del r&b se apropia de toda la imaginería de rock visceral, nutriéndolo de un grito existencial de rabia, en uno de los mejores momentos de toda la carrera de Dulli. Y aquí esta una de las claves del estirón pegado desde el recomendable “Up On It” (1990). El influjo de la música negra en la matriz del sonido de una banda, que en este disco ya se deja ver en varios momentos – como en la anteriormente citada “Turn On Water”_, y en sus siguientes discos estará mucho más presente. Llegados a este punto si, aún, te quedan fuerzas y aliento para seguir por este camino tortuoso de soul infectado de noise descontrolado, estas de suerte. La emoción engalanada por estribillos directos al corazón de “This is My Confession” mantiene la racha, y se ratifica con el torrente de pasión descontrolada que son “Dedicate It” y “The Temple”. A estas alturas, no cabe otra opción que un respiro. Este viene de la mano de “Let me Lie To You” y “Tonight”, que suenan como los restos de la explosión anterior, y de la que aún queda algún brote de arranque ardiente, que aparece, casi sin querer, como resultado de la dinámica vertiginosa de todo esta , tan peligrosa como llena de un deseo cegador. Punto y final con “Miles Is Dead” – canción escondida al final del último corte- que vuelve a prender la mecha y pone la guinda con otra dentellada rabiosa de rock sin domesticar, taquicárdico, vivito y coleando. No podía acabar de otra manera.
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