La verdad, es que cualquiera de sus tres primeras obras maestras podría ocupar este espacio dedicado a discos a reivindicar. He escogido este, porque me parece el más significativo a la hora de definir a este grande del country, y cómo sabía, mejor que nadie, picar del jazz – “Black and Blue”-, swing – “ Give Back my Heart”- o el blues de salón “ She´s No Lady” y “M-o-n-e-y”- y empaparlo de un sonido amplificado por una producción exquisita. Todo gracias a que cada nota de piano, violín, steel guitar o coro femenino, suenan siempre como una suave brisa que, una vez que ha pasado, ha dejado su esencia flotando en el aire. Con un registro tan amplio de posibilidades estilísticas, no podemos olvidarnos de las maravillas que brotan en el terreno, por el que se mueve con más naturalidad, el country: Ya sea de carretera –“ L.A. County”- ; luminoso y solemne “If I Had Boat” o fronterizo “I Loved You Yesterday”, se respira siempre una emoción palpitante, revestida de clase, mucha clase. Mención aparte se merecen “Walk Through The Bottomland”, que deja el poso de los clásicos del country cocinados a fuego lento; “Pontiac” de una desolación aterradora, acrecentada por una letra brutal sobre lo jodido que es hacerse viejo - influencia de Raymond Carver-, y la joya de la corona ,“Simple Song”, y en la que Lyle canta con una convicción desgarrradora, con esa voz tan natural y sincera, mientras te deja hecho un guiñapo, llevándote de la mano por la senda febril, de una de las mejores canciones sobre corazones rotos que se hayan hecho nunca. Broche de oro y diamantes para elevar a la categoría de clásico, a un tio que hace música de cinco quilates y, desgraciadamente, sigue siendo más conocido por haber estado casado con la moñas de la Julia Roberts. Para tomar conciencia.
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