Debut por todo lo alto de los de Boston. El “New Wave meets Hardcore”, en el ejemplo más claro e inspirado que un servidor recuerda. Treinta años ya han pasado desde la edición de este clásico, y sigue sonando igual de excitante que el día de su publicación. Con la maquinaria conformada por la guitarra de intensidad exuberante de Miller y una base rítmica perfectamente engrasada, para atacar o mantener la tensión durante el reposo necesario, antes de la siguiente acometida, consiguen funcionar como un reloj suizo con todas las alarmas de la emoción perfectamente programadas. Con una base tan aplastante, y a toda pastilla, van saliendo himnos como churros, porque la pegada de “That’s When I Reach For My Revolver”, la pulsión estremecedora de “Fame and Fortune”, el punk rock energético de “This Is Not A Photograph”, la trituradora de post-punk sudoroso en “Outlaw”, el rock camaleónico de “Red” y hasta el intrumental luminoso - “All World Cowboy Romance”-, como perfecto broche final, son chutes de adrenalina pura, de los que no se olvidan en la puñetera vida. A colocar junto a la trilogía inicial de Wipers, en la sección de malditos del rock más vibrante de los ‘80.
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