Siempre a la sombra de Fernando Alfaro en los inolvidables Surfin Bichos, el “otro” albaceteño se ha ido creando su propia personalidad, a lo largo de proyectos realmete importantes, a la cabeza de Mercromina o interesantes como Travolta, imprescindibles para entender el devenir de las dos últimas décadas del pop español. Tras ir quemando etapas de una manera tan brillante, le llega el turno a su exposición en primera persona, sin alias ni grupo de apoyo, enfrentándose a su primer disco en solitario. La verdad, no lo podría haberlo hecho de mejor manera. Soltando lastres, aquí no hay cuerdas como en Travolta ni capas sintetizadas como en Mercromina, se centra en unas letras donde la cotidianidad es el hilo conductor de este viaje por carreteras secundarias. Tirando de todo tipo de situaciones – desde el humor de “De Paseo” al pesimismo en “ Ese día en todos me quieran a mí”, pasando por el fogonazo de vida arrebatador de “Nos Miramos A Los Ojos”, y siempre, buscando una empatía e identificación absoluta antes estos recortes de vida, no acaba quedando más remedio que prendarse totalmente ante tal demostración de sencillez desarmante. La otra parte, el entramado musical, tejido con acústicas distorsionadas y teclados de mercadillo, respiran lo-fi y están impregnadas de un aroma hogareño que penetra y hace querer esta obra como al amigo que sabes que nunca te dejará tirado, para esta empresa la ayuda en la producción del gran Paco Loco se hace más que evidente. Hay un aire en el ambiente de este disco que recuerda una barbaridad a las partes más calmadas del inolvidable “Hermanos Carnales” (1992) - “Nadie Quiere Pensar En Ello” o “Carreteras Secundarias”- , sobredimensionando el alcance emotivo de esta obra maestra, de la que, particularmente me queda con sus momentos más arrebatados y directos – “Solo te pedí un cigarro”, “Jugando al escondite”, “La Union y la fuerza” y “Colapso temporal”, auténticos hits de alcoba.

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