Como reza el tan apropiado título
del tercer trabajo de los madrileños “Una montaña es una montaña” y si se consigue escalar, pues mejor que
mejor. En este caso, no solo lo consiguen, si no que, además, la coronan
colocando su bandera un peñasco justo debajo de la santísima trinidad del pop
patrio formada por Los Planetas, Sr Chinarro y Fernando Alfaro - Surfin’
Bichos, Chucho -.
Trazando una evolución natural
hacia unas composiciones menos crípticas, y oscuras, que en sus mas que
prometedores comienzos, Los Punsetes, cada día que pasa, se acercan un poco más
a las coordenadas sonoras de los ineludibles Planetas, no hay mas que escuchar
cañonazos del calibre de “Alferez provisional”, “Los tecnócratas”, “Malas
tierras” y “Un Corte limpio” para darse cuenta de esta realidad. Una evolución
en la que si hay un parecido razonable, desde luego no lo es por intento de
arrimarse al código sonoro de los granadinos, si no a un tremendo paso adelante
en la construcción de unas composiciones de pop cada vez más expansivo, en las
que la voz de Adriana busca nuevas carreteras secundarías hacia la epidermis,
desde su inconfundible tono neutro, y donde las guitarras de Jorge y Manu suenan
más poderosas y melódicas que nunca. También es de recibo hablar del uso que siguen haciendo del legado de The
Cure y Joy Division, adaptándolo con total naturalidad a su discurso para poder
confeccionar cortes tan definitivos como “Un corte limpio” y “Mis amigos”.
Hay que señalar a El Guincho como
uno de los principales culpables para que Los Punsetes suenen más compactos que
nunca, gracias a una producción, en la que quedan disipados al momento los
temores de que su influencia provocara acercamientos al pop tropical, donde
todos los espacios del puzzle sonoro son rellenados, aparte de por el
instrumental de siempre, con piezas nuevas, como los agradecidos teclados de
atmósfera muy orgánica en “155” y “Flora y Fauna”, creando una magnética red de
pop nervudo, atractiva a más no poder.
Llegando a tales niveles de
excelencia, Los Punsetes no pierden ni un ápice de su humor tan característico en unas letras donde
Manu Sanchez sintetiza mejor que nunca sus historias, alejándose muy
inteligentemente del propenso chiste fácil al que estaban expuestos en sus
comienzos, siguiendo por la vía, ya conocida, de la crítica - “Los Tecnócratas”
-; las rupturas de pareja - “Untitled” -; el fin de la amistad - “ Mis amigos” -;
y las historias callejeras - impresionante “Tráfico de órganos de iglesia” -.
Lo dicho, disco sobresaliente que
si se queda a las puertas del bonito calificativo de “obra maestra” solo es por
un ligero bajón hacia su segunda parte provocado por temas, por otro lado
notables, como “John Cage”, “Paraiso” y “Los glaciares”.
Pubilcado en www.livetheroof.com/
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