Surgidos en desde los aires
desérticos de Austin, Texas, Scratch Acid fueron un providencial borrador de los posteriores The Jesus Lizard.
Muchos más que una semilla de su proyecto más conocido, los tejanos comienzan a
dar sus primeros pasos en 1982 mediante una primera alineación en la que aún no
aparece el indomable David Yow como frontman.
Despegando definitivamente el día
que Steve Anderson deja el grupo para embarcarse en una sorprendente aventura
por el mainstrain más maloliente como director musical en las giras de Kilie
Minogue, entre otras desfachateces, en su lugar, Scratch Acid encontrarán a Yow
como su bestial cabeza de león.
En la línea de los grupos de
Chicago, como Big Black y Naked Raygun, Scratch Acid suenan más amenazantes que
reivindicativos con esa frialdad rítmica de espectro industrial. Una conexión
que les daría impulso para pasar su rodillo de punk-noise por diferentes ramas
de los orígenes del rock del pasado, por medio de los que dejan su sello a cal
y fuego a través de su debut homónimo en 1984: A ritmo de blues lacerante - “Mess” -; de rockabilly
mugriento - “Monsters” -;
bajo ondas de Metal enfermo en “El
espectro” y “She Said”; y envueltos entre capas de cuerdas
sintetizadas - “Owner’s Lament”
-, Scratch Acid dejan claro que su discurso no se limita a la
monotemática estilística preponderante en la mayoría de combos punk. Un
discurso que queda reflejado en un debut que suena a todo menos a disco
primerizo.
Las diferentes formas que le dan
a sus cañonazos de rock atómico, junto al carisma intimidante de David Yow - un
animal revolcándose entre espasmos de ruido sin correa - ponían a los tejanos
oliendo el rastro de excelencia de Hüsker Dü o Minor Threat. Una grandeza que
pronto perdería lustre el día que publican su primer largo, “Just Keep Eating” (1986).
Decepción en toda regla, Scratch
Acid se equivocan en todas las decisiones tomadas en este álbum. Ya sin rastro
del sonido mecanizado de su primer disco, empachados del pulso asilvestrado de
The Birtday Party y sin la capacidad para mutar de piel como en el anterior. “Just Keep Easting es un disco fallido,
viniendo de quien viene, y en el que llegan a recordar a los peores Faith No
More - “Albino slug” -. Aun así, podemos sentir el vértigo de antaño a través
de momentos como el funk desfigurado que propulsa “Cheese plug”; el punk
caníbal en “Eyeball”; la carnicería sangrienta de “Big bone lick” y el
psychobilly alucinado de “Damned for all time”. Cuatro momentos que dejaban un
halo de esperanzas para el futuro y salvan de las quema a este paso en falso.
Tras “Just Keep Eating”, Yow, David Wim Simms, Bret Bradford y Rey
Washam dejan Rabid Cat, sello discográfico del que nunca recibieron un dólar, para
fichar por Touch & Go. Cambio hacia una casa que sabe ver su gran
potencial, Scratch Acid aprovecha la ocasión para volver a los pastos
inspirados de su debut con “Berserker” (1987),
un ep compuesto con media docena de salvajadas en las que acentúan el peso del
Metal, eliminan rastros de rockabilly y recuperan la dinámica imparable de su
base rítmica. Sin llegar a los niveles de “Scratch
Acid” (1984), aun así, recuperan el crédito con un disco notable y hasta se
cuelan en el número siete de las listas independientes británicas.
Aprovechando su mayor
reconocimiento fuera de los límites americanos, Yow y compañía se embarcan en
una gira por Europa desde la que, cansados de vicisitudes, en Mayo de 1987
anuncia una retirada, que más bien será temporal.
Tras echar el telón a Scratch
Acid, Simms y Washam forman Rapeman con Steve Albini, Bradford se desliga del
trayecto de sus compañeros y Yow se dedica a esperar a los dos primeros para
dar vida a The Jesus Lizard. Una banda tan continuista que el cambio de nombre
original del grupo debió de obedecer a un simple capricho de sus integrantes.
Ya a raíz de esta nueva aventura, Yow y los suyos conseguirán transcender en la
escena post-hardcore de los ’90 con la fuerza de un elefante con sobredosis de
Micebrina. Pero eso ya es otra historia, más grande.
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