Disco raro de cojones. La verdad. Esto es una especie de Jam-session de Krautrock, viciado con el ritmo de la calle, el post-punk. Suena como si hubieses metido la cabeza dentro de un ventilador, mientras asistes a un recital de literatura podrida y llena pústulas. Todo un catalogo sobre la degradación humana. Y aquí, precisamente, está el encanto. No intenta provocar, ni es una mera pose. Como un primo lejano de Aidan Moffat, pero con más registros, Luke Sutherland va trazando historias tan cruentas y jodidas como la de ese matador pasado de vueltas –con la que Almodóvar en los ’80 hubiese tenido un guión hecho a su medida -“Matador”- o esa que, parece el guión de un cuento de “Historias de la Taberna Galáctica” del gran Josep mª Beá - “ A Thousand Wounded Astronauts”-. Partiendo de una base rítmica de virtuosismo exagerado, geométrica y acartonada – “Pele” y, sobre todo “Kitten Heels”_ y siempre en segundo plano, se va abriendo el espacio y tiempo, para que, se cuele electricidad fragmentada –con puntos de fuga crispados como en “Girlfriend” y la brutal “Hands snd Lips”- , saxos desquiciados – “Godiva”- y un violín estridente – “Cupid”-. Todas, piezas de un puzzle enmarañado en el que Sutherland impone su personalidad y esa voz de rarito de la clase, ensimismado en sus perversiones. Hay algo malsano y excitante en todo este entramado sonoro. A base de repeticiones axfisiantes – “Coward”- te retuercen las tripas y, se instalan en tu subconsciente, con una facilidad solo alcance del que es capaz de montar un aparente caos, dirigido con un bisturí oxidado y, sabiendo a la perfección que nervio hay que cortar en todo momento. Para el recuerdo, y como timón de esta nave de piratas en busca de placeres malsanos, está “Valentino”, una maravilla de shoegaze insinuado en constante tensión que, termina expandiéndose entre aires tóxicos de drone contaminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario