Precursores de la escena hardcore de Chicago, que luego daría a conocer en toda su plenitud Big Black, ya contaban en sus filas con el guitarrista de los de Steve Albini, Santiago Durango, el cual marca un antes y un después con las explosiones de noise expansivo de su guitarra, de una violencia mucho más dañina que el uso más crudo y deudor del punk-rock que le daban a la electricidad en las escenas de Los Angeles –Balck Flag, X- o Washington – Minor Threat-. Otra gran diferencia con las otras localizaciones de las mareas del hardcore estadounidense provenía del bajo de Marko Pezzati, más presente – con sus cambios de ritmo mortales-, dinámico y contundente que el de sus otros compañeros de generación. Dos factores de distinción sonora que a partir de los que sentarían las bases de sus estocadas de violencia sonora la otra banda de Durango, Big Black, posteriormente. Ciñéndonos a este disco en cuestión, cabe decir que sería su single de debut. Un debut devastador, que se bastaba con siete minutos para mostrar todo su abanico de posibilidades, a la hora de estrujar y reciclar los estamentos del hardcore-punk en tres zarpazos feroces a la yugular: El ataque frontal de “Surf Combat” que parecía el cruce perfecto entre Big Black y los primeros Black Flag; “Gear” que ponía el freno en paradas asesinas de hardcore a bocajarro y milimétrico y “Libido” que se pegaba un paseo por terrenos jazzisticos antes de empalarte con sus sacudidas de noise rabioso. Una sensación como la de meter los dedos en un enchufe y disfrutarlo, sin más.
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