Apelando al espíritu de
“El Quijote”, implícito en el nombre de la banda, John Linnell y John
Flanshburg llevan recorriendo, durante casi tres décadas, parajes donde su pop
alucinado siempre nos ha mostrado un mundo alternativo de visiones más
atrayentes que la realidad. Prolíficos a más no poder, es un su trío inicial de
álbumes - “They Might Be Giants” (1986),
“Lincoln” (1988) y “Flood” (1990) - donde reside la esencia del particular
sonido de They Might Be Giants. Pop de intenciones globalizadoras, su música
era un festín en el que coexistían en perfecta armonía polkas, la samba, folk
tradicional, jazz y hasta música de feria. Estilos nada habituales en el mundo
indie, tampoco lo fue la instrumentación
con la que daban colorido a sus canciones. Violines, xilófonos, vientos y
acordeones restallaban sobre guitarras vitamínicas y un arsenal de teclados
arrolladores heredados de la new wave. Un perfil musical al que añadiéndole su intransferible
imagen de “geeks” y el humor que derrochaban, daba como resultado uno de los
combos más originales y variopintos de la historia. Cuatro vértices eran los
que Linnell y Flansburgh utilizaron para introducir todo este carrusel de
imaginación desbordante. Estos no eran otros que el de los Pixies, REM, el
primer Elvis Costello y Pere Ubu. Influencias que transitan con elocuencia liberadora por las venas de estos
alquimistas del pop, They Might Be Giants no han dejado de seguir sacando lustre
a su fórmula inconfundible, en una trayectoria que va más allá de su trilogía
inicial. Obras tan refrescantes como “Mink
Car” (2001) o la serie de discos educativos para niños -“Here Comes ABC” (2005), “Here Comes The 123s” (2008) y “Here Comes
Science” (2009) - son pruebas irrefutables de su capacidad de sorprender
después de tanto tiempo.
Con este ep en
cuestión, podíamos disfrutar del primer clásico de They Might Be Giants, “Don’t Let’s Start”, una bocanada de pop
pegadizo a rabiar sobre base funkorra, paradigma del carácter siempre jovial y
desenfadado del grupo. Bajo estas mismas coordenadas de desenfado infeccioso, aparecían
a continuación tres temazos que sobrepasan con creces la calificación de”
extras”: La mezcla de polka y música de cabaret interpretada a toda mecha de “The Famos Polka”; el vals a ritmo de
trombón y acordeón de “When It Rains It
Snows” y el luminoso homenaje a The Replacements en “We’re The Replacements”. Todas para quitar el hipo de la
impresión.
Desde luego, si hay una
banda que te deja la típica sonrisa de idiota en la cara por tanta vitalidad
transmitida, han sido, son y siempre
serán estos nada disimulados admiradores de Cervantes.
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