El
single más reconocible de la imprescindible banda del gigantón Mark
Stewart. Publicado entre sus dos
excelentes álbumes “Y” (1979) y “For How Much Longer Do We Tolerate Mass
Murder?” (1980), obras de referencia del rock de vanguardia e influencia
vital en grupos tan cruciales como Fugazi o los primeros Nick Cave & The
Bad Seeds, marca el terreno a seguir, debido una mayor influencia funky, en su
siguiente lp.
De una manera intimidatoria. Así era como sonaban los de Bristol, llevando la noción de libertad absoluta del post-punk con una amplitud de miras admirable en un conglomerado sin ataduras, en el que cabían experimentos con la vanguardia; el art-rock; retazos de jazz desestructurado; dub agónico y gravitaciones de ruidismo de tonos feistas. Todo propulsado por un mecanismo de funk disfuncional con el imponente bajo de Sam Underwood llevando las manijas de una red de cuerdas gruesas, pegajosas y con libertad absoluta para que Stewart se despachara a gusto con sus proclamas anti-todo. La verdadera voz de la clase obrera operando contra los Torys, la religión y todos los males endémicos que sufría la sociedad de consumo bajo el mandato de la Dama de hierro. Demasiado bueno para triunfar a nivel comercial. Este disco en cuestión es el mayor éxito de la banda, el cual solo por su irreverente portada, que tan poca gracia le debió hacer a la Thatcher, ya merecería la pena su obligada adquisición.
Centrándonos en lo musical, la titular del disco se impone como uno de los grandes himnos de la banda, a la altura de clásicos como “We Are Time” y “She’s Beyond Good And Evil”. Una bomba de relojería casera justo en el momento de su detonación. Imposible no quedar escaldado, con la sangre hirviendo y desgastando el suelo del salón a botes ante la onda expansiva que provoca al bajar la aguja del plato. Con un texto tan definitivo, accionado a base de espasmos de rabia por un Stewart completamente poseido, es de ley mostrarlo como lo hago a continuación: “Everyone has their price, and you too will learn to live the lie, agression, competition, ambition, consumer fascism, capitalism is the most barbaric of all religions, department stores are our new cathedrals, we are all prostitutes, our cars are martyrs to the cause, our children shall rise against us, because we are the ones to blame, we are the ones to blame, they will give us a new name, we shall be, hypocrites hypocrites hypocrites”. Pocas veces el sin sentido del capitalismo ha quedado tan bien descrito en tan pocas líneas, de crudeza terrible. Pura dinamita contestataria. Si con esto no llega, aún queda por sufrir con “Amnesty report”, tres minutos de pura abstracción - en la línea de los Pere Ubu en el “New Picnic Time (1979), publicado casi al mismo tiempo que este - ejecutados al compás de un spoken-word sobre una tortura inhumana, descrita con minuciosidad por Stewart - “Stomach head and genitals, choked until unsconscicious, cold water poured in the ears, plastic bag held over head, thrown against the walls” - para la que el resto de la banda se encarga de crear un entorno perfecto de tensión afilada, en una recreación sonora que suena precisamente a eso, a tortura. Un desgarro de funk desfigurado, buceando dentro de mares revueltos por percusiones tribales, guitarras torturadas y las disonancias terroristas del chelo de un invitado de excepción, el músico de free jazz Tristan Honsinger.
Cuando calificativos como los de valiente, moderno, de vanguardia, inconformista, agresivo, libre, apabullante o definitivo sirven para describir una obra musical, eso quiere decir que estamos ante algo muy grande, especial y único. De veras.
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