Dando en la diana del corazón con cada uno de
sus diez magistrales movimientos, “Sueño triangular” conmueve, desde sus pastos
oníricos de pop sanador, a través de una telaraña, en continuo proceso de
crecimiento, que nos va atrapando, irremisiblemente, gracias a un magistral
desfile de puntuales pespuntes eléctricos; coros planeadores; instrumentos de
juguete; tonos orientales; percusiones de
buhardilla; guiños de indietronica; sintetizadores añejos y ruidos caseros. Un impecable
sucesión de recursos ejecutados, como
por arte de magia, desde los altiplanos más altos de una suerte de dream-pop
psicodélico de balcón.
Todas estas piezas del armazón
sonoro que conforman “Sueño Triangular” se resquebrajarían en un soplido sino
fuera porque son los miembros que crecen, milagrosamente, desde el corazón folk
de una sublime María Rodés, que desliza, con voz balsámica, sus letras de
vehemente poesía a partir de una calma
suspendida en el tiempo por la que se cuelan ecos de Joanna Newsom, Bjork y
Beach House. Ecos que ni siquiera pueden
llegar a poder considerarse como verdaderas influencias ante la absoluta
singularidad de una artista que, de golpe y porrazo, a dado un vertiginoso
salto cualitativo. Con canciones tan grandes como “Transiciones”, “Cae lo que
fuego fue” y “Hum!” no puede ser de otra manera.
Enorme, se mire por donde se
mire, de María Rodés ya cabe poder
esperarse cualquier cosa de un próximo trabajo que, desde el momento en que se extingue la
postrera nota de esta bendita anomalía, uno ya necesita escucharlo, por todos
los medios posibles, aunque sea a través
de una máquina del tiempo que te lleve al momento exacto de su futura publicación.
publicado en indistanea.com/
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