14 años son demasiados sin una de
las grandes voces que haya dado nunca el pop español. Solo por este feliz
suceso, hay que darse con un canto en los dientes ante la aparición de “Si
alguna vez”. Lo bueno del caso, es que aquí acaba la anécdota. Nada más empezar
a escuchar esta vuelta, por todo lo
alto, nos vamos dando cuenta, al compás de los primeros acordes de “No viajas
sola”, que estamos ante algo muy, pero que muy, grande.
Hecho rodeado por su familia, en
“Si alguna vez” Cristina Lliso destensa sus cuerdas vocales para volver a tejer
armonías graves, tan celestiales como cercanas, desde las que va dibujando
viñetas de palpitante poesía cotidiana sobre el inevitable paso del tiempo, los
amores perdidos o el rutinario día a día.
Y es aquí, donde Cristina se desmarca del resto del pelotón con unas
letras, la primera vez que se atreve con la autoría de la mayoría de ellas,
encapsuladas en una interminable colección de frases sencillas, tremendamente
evocadoras, y de las que me es imposible no reproducir alguna: “Todo esto que
yo tengo no cuesta lo que yo quiero, solo tomar la decisión” (“En Otro Mundo”);
Yo sentada, tú sentado, yo te quiero, tú me quieres, yo el sudoku del diario,
tú jugando a la playstation” (“Viernes”); “Por el barranco de las confesiones,
donde encuentras razones / la antesala
de una sala de espera, miradas fijas en la nada sin ver, buscando un cambio de
dirección sigues preguntándote el por qué (“Para que prometes”).
Mas desnuda que nunca, y a cámara
lenta, Cristina se acompaña de guitarras en voz baja, una base rítmica sugerida
de jazz-pop, y, siempre, algún puntual pequeño arreglo de resultados mayores. De
esta manera, nadando por encima de las canciones, Cristina deja una colección
de cortes, que son como una planta en pleno crecimiento, desde la que podemos
contemplar como van brotando canciones en las que la fecha de caducidad se ha
borrado para siempre, y que siempre
ganan a cada nueva escucha. Momentazos
como “La duna de Pyla”, “Viernes”, “En otro mundo” o “No viajas sola” vienen a
reclamar el trono de pop otoñal heredado por la quintaesencia del “Donosti
sound”, patentado en los ’90 por Le Mans y La Buena Vida, y del que Cristina
siempre ha sido la más legítima poseedora.
Ahora solo esperemos que, en el
futuro, Cristina nos malacostumbre con nuevos
tesoros de buhardilla entregados en periodos de tiempo menos guadianescos.
publicado en www.livetheroof.com/
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