Para abrir boca, que mejor que echar un vistazo a nuestro alrededor y proponer un duelo que significa, en la actualidad, el reencuentro entre dos viejos conocidos con tres décadas de carreras paralelas a sus espaldas llenas de relámpagos, más buenos que malos. A disfrutarlo toca.
Mitos inconfundibles del
underground americano de los ’80, J. Mascis y Bob Mould vuelven al ruedo para
hacer verídico el dicho de “Los viejos rockeros nunca mueren”
Mal anda el patio del noise-rock cuando
la hornada más sobresaliente de los últimos años casi se reduce a los prometedores
Yuck y Cloud Nothings, más los tremendos
No Age. Chungo, la verdad. Menos mal que contamos con dos tipos como Mould y
Mascis con tres décadas de experiencia a sus espaldas, y ante los que paso del
tiempo solo les viene a recordar que los michelines van apretando y dentro de
poco se tendrán que comprar el Grecian 2000 para las canas.
Como si se tratase de un duelo en
la cumbre, parece que Mascis y Mould se han puesto de acuerdo hasta en la
salida de sus nuevos Lps con solo un margen de dos semanas de diferencia. De
esta manera, y desde dinámicas totalmente opuestas, Mascis viene propulsado por
el hecho de haber sacado dos de los mejores discos de su carrera, a raíz de su
sorprendente renacimiento con Dinosaur Jr - “Beyond”
(2007) y “Farm” (2009) -, mientras
Mould toma un nuevo giro cambiando de discográfica y apoyándose en su brillante
pasado mediante la reedición de toda su obra con Sugar y una necesaria
biografía sobre su figura.
Haciendo un repaso de sus últimos
logros, cualquiera con dos dedos de frente apostaría por el genio de
Massachusetts. Sin embargo, con lo que pocos contaban a estas alturas de la
película es que a Mould le sentara tan bien haber superado el medio siglo de
vida.
Sin nada que demostrar, y solo
teniendo que hacer lo que lo pide el cuerpo, Mould debe ir con un subidón de
narices para plantarse en su debut con Merge records y ensamblar su disco más
inspirado, directo y agresivo desde su sobresaliente Lp homónimo de 1996. Como
si se hubiera tomado un chupito de mala hostia, Mould se impulsa en una
poderosa base rítmica formada por Jason Narducy - Telekinesis - y Jon Wurster -
Superchunk - y afila en piedra pómez los demoledores riffs provenientes de su
guitarra, dando con algunos de los momentos más sembrados de su discografía en
solitario - “Silver age”, “First time joy” y sobre todo la impresionante “The
Descent” -.
Fusionando, como solo él sabe
hacerlo, melodías azucaradas llenas de brío con un torbellino incontrolable de
escaladas eléctricas, Mould no llega en “Silver age” a la altura de sus obras
maestras con Hüsker Dü y Sugar. Lo que si consigue, es que volvamos a confiar
en su habilidad para sacarse de la chistera himnos de power-pop como los que
lleva fabricando a granel desde hace más de un cuarto de siglo, ya sea solo o
acompañado. Y eso es mucho, muchísimo.
Desde la otra punta del antiguo
Olimpo underground, Mascis, Barlow y Murph han conseguido hacer otro disco de
esos que contagian la falta de pretensiones provocada por el buen recibimiento
que tendrán, sí o sí, mientras recuerden mínimamente a su glorioso pasado
reciente. Tanta relajación esta vez no
es que les haya jugado una mala pasada, pero si que a partir del arrollador
binomio - “Don’t pretend you didn’t know” y el single “Watch The Corners” - que
inaugurá “I Bet on Sky” empiezan a
caer en la redundancia de sus patrones sonoros para provocarnos un poco la
sensación de conocer lo que va a pasar en cada momento.
Un viaje que no por conocido deja de ser excitante, a lo largo de éste Mascis
vuelve a gustarse sacando petróleo de sus dedos mágicos, siendo capaz de arreglar
cualquier tipo de entuerto que se acerque peligrosamente al sopor - “I know it
oh so well” y “See i ton your side”. Tirando de su molde de medio tiempo de
corte “Crazy horse”, Mascis deja que Barlow le imprima una marcha más en “Rude”
y “Recognition”, dos de los mejores momento de todo el lote, para llegar al Notable
raspado.
Después de diez asaltos a hostia
limpia, la decisión unánime es que “I Bet
On Sky” pierde a los puntos ante lo nuevo de Bob Mould pero no decepciona,
lo cual ya es suficiente. Porque, seamos sinceros, tanto en un caso como en el
otro, nadie ya se espera un nuevo “Bug”
(1988) ni un “New Day Rising” (1985)
que vuelva a dejarnos con los pies un palmo por encima del suelo. Para eso, mejor
aprovechar que están de gira, que es lo que realmente interesa: Regresar al tembleque y los puños cerrados mientras nos
pellizcamos cuando regresan del pasado “Freak Scene”, “Chartered Trips” o “I
aplogize” a dejarnos la patata haciendo el pino. Y que nadie me hable de
nostalgia, por favor.
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